lunes, 17 de enero de 2022

Magnicidios durante la Guerra Fría




Del video anterior, copia, en tu cuaderno, las frases que consideres más significativas del discurso de Martin Luther King.


  Las cintas perdidas del asesinato de JFK
Realiza un comentario sobre la forma en la que ocurrió el asesinato



Che Guevara en la ONU, discurso marxista leninista

Anota los argumentos del Che Guevara en contra del desarme de Cuba.

Fidel Castro habla del Che.

Contesta ¿Cuáles son las razones por las que Fidel Castro pone de ejemplo al Che Guevara?

viernes, 25 de septiembre de 2020

Cuestionario de la lectura Sobre la historia, de Krzysztof Pomian


  
Actividad:
  • Lee con atención la lectura que aparece líneas abajo y contesta el cuestionario. Considera que las preguntas se contestan en el mismo orden que aparecen en la lectura.
  • Lleva esta actividad en tu cuaderno a la siguiente videoclase

Sobre la historia, de Krzysztof Pomian
La historia, decía Voltaire, “es el relato de los hechos que se consideran ciertos, mientras que la fábula es el relato de los hechos que se consideran falsos”. Para Voltaire, la historia era ante todo un género literario. Hoy en día es ante todo una disciplina erudita. Pero hoy, al igual que ayer, distingue los hechos de las fabulaciones y afirma que comprueba los primeros y deja a los artistas la tarea de elaborar las segundas.

La historia de la ciencia y la historia de la historia
El siglo XIX fue el siglo de oro de la historia: el de la historia considerada como ciencia. Y no como una ciencia cualquiera, sino, junto con la psicología, como una de las ciencias fundamentales del espíritu. Porque todas aquellas historias que tenían que ocuparse de sus producciones –del lenguaje, de las literaturas, de las religiones, de las mitologías, del arte– no eran más que historias particulares. La Historia, la Historia a secas y con mayúscula, debía servirles de guía y de modelo. También fue el siglo de oro de los historiadores. Nunca antes su prestigio, y la opinión que tenía de sí mismos, habían alcanzado cotas tan altas. Algunos se creían espíritus puros, situados fuera del tiempo y del espacio, al practicar una investigación carente de prejuicios y al describir, con toda objetividad, lo que realmente había sucedido. Casi todos ellos creían en los hechos históricos, duros como piedras y que bastaba con sacar de la cantera de los archivos para que, ordenados uno por uno y cimentados por el desarrollo de unas leyes bien establecidas, recompusieran la Historia, la verdadera, y permitieran comprenderla en todos sus detalles. Este ambiente sólo empezó a cambiar a finales de siglo. Algunos filósofos, sociólogos e incluso historiadores se pusieron a demostrar que la objetividad, los hechos establecidos de una vez por todas, las leyes del desarrollo, el progreso, todas ellas nociones que hasta entonces se habían considerado evidentes y que constituían el fundamento de las pretensiones científicas de la historia, no eran más que engaños. Se diseccionaron las obras de los heraldos de la antigua escuela y se halló en ellas lo contrario de los que habían proclamado. Ninguna objetividad, sino una parcialidad inconfesa y tal vez inconsciente; ningún registro, en todo su contenido, de los hechos referentes al tema tratado, sino una elección realizada entre las fuentes disponibles en función de presupuestos exteriores y ajenos a la investigación; y el pecado capital del anacronismo, resultante de proyectar sobre el pasado las preocupaciones del presente. Y además juicios de valor implícitos, silencios sospechosos, procedimientos dudosos y explicaciones basadas en una psicología somera y anihistórica, que no tenían en cuenta los intereses materiales ni los conflictos sociales. El acta de acusación era larga y abrumadora. Los historiadores que creían haber edificado una obra duradera y científica quedaron retratados, en el mejor de los casos, como unos ingenuos cegados por las ilusiones que ellos mismos habían generado y, en el peor, como charlatanes.
En este ambiente de proceso hecho la historia, y que los historiadores se entablaban unos contra otros, la historia de la historiografía, al menos en sus manifestaciones más ambiciosas, dejó de ser una disciplina puramente bibliográfica y erudita dedicada a la compilación de catálogos, en la que el trabajo se limitaba a sustituir el orden del alfabeto por el de la cronología. Tras sacar las lecciones de la crítica de las aspiraciones científicas de la historia, ésta ve ahora en ella una actividad intelectual más que, junto con otras, forma parte de la vida de una época y de una sociedad dadas de las que no se la puede aislar. La historia de la historiografía adopta así por divisa las palabra de Benedetto Croce: toda historia es una historia contemporánea. Trata, por consiguiente, de sustituir los escritos de los historiadores en el contexto de las luchas políticas y de las controversias ideológicas de su época; de revelar las opciones y los presupuestos que han presidido la elaboración de las imágenes del pasado y del presente. Visto desde esta óptica, el historiador ya no es en absoluto un espíritu puro. Ni siquiera un sabio en busca de la verdad de lo que realmente aconteció. Es un forjador de mitos cuyas obras, sea como fuere, reflejan y marcan un punto de inflexión en el curso de la historia que le es contemporánea, Un político, a menudo sin saberlo, que sustituye la acción real por los ejercicios de escritura.
Pero en las últimas décadas del siglo XIX y en las primeras del XX no se produjo sólo un debate sobre la historia. Se cuestionó toda la ciencia, y en particular su núcleo, la física. Los fundamentos que durante mucho tiempo se habían considerado definitivos se quedaron pendientes de un hilo. En cuanto a las representaciones que los sabios se hacían de sí mismos y de la ciencia, no quedó más remedio que admitir que ya no correspondían a la realidad, si es que alguna vez habían correspondido a ella. La primera que se cuestionó fue la que identificaba la ciencia con un conocimiento puro; con una relación entre un sujeto, situado, a través de una purificación intelectual, en un estado de objetividad y de receptividad, y un objeto que existe independientemente de él. La ciencia que se supone genera semejante relación ha de estar compuesta por verdades inmutables de validez universal. El sabio es aquel que actúa movido por el deseo de acceder a estas verdades, descubrirlas, pasando él a segundo plano y cediéndoles, como si dijéramos, la palabra. Esta concepción metafísica de la ciencia, subyacente en las metodologías del siglo XIX, aun cuando éstas se proclaman empíricas, era muy difícil de salvaguardar en el mundo en el que los vínculos recíprocos entre la ciencia y la técnica, la ciencia y la economía, la ciencia y los poderes, se volvían cada vez más rígidos, cada vez más visibles. En un mundo en el que los sabios siempre estaban deseosos de salir de su tradicional aislamiento y de intervenir.
No es, pues, de sorprender que toda una crítica cuestionara los principales dogmas de la ciencia y de la ideología de los sabios. Ésta atacó el concepto de objetividad, poniendo de manifiesto que el horizonte del sabio queda determinado por las particularidades de los órganos sensoriales y por un conjunto de herramientas instrumentales y mentales. También arremetió contra el concepto de receptividad, poniendo de manifiesto el carácter activo de la investigación científica. Por consiguiente, no le quedaba más remedio que refutar la equiparación del hecho científico con algo que viene dado: este siempre se construye. Por último, negó rotundamente el carácter supuestamente absoluto e inmutable de las verdades descubiertas por la ciencia. Las nuevas epistomologías trataron de liberarse de la tradición metafísica. La psicología y la historia, a su vez desgarradas por una serie de controversias, no tuvieron más remedio que hablar de la ciencia, que explicar el fenómeno del descubrimiento y la evolución de los conocimientos.
Para la historia de la historiografía, la historia no es una ciencia. Se sitúa más bien del lado de las ideologías. La historia de las ciencias comparte esta manera de ver, heredada de la vieja división del universo del conocimiento en ciencias de la naturaleza, que son las ciencias a secas, y ciencias del espíritu, que no lo son del todo. Sin embargo, resulta difícil no sorprenderse ante los destinos paralelos de la historia y de la ciencia durante los años cruciales de principios de este siglo. Las críticas dirigidas a los historiadores han sio las mismas que aquellas a las que se han visto expuestos los sabios. En ambos casos, se han cuestionado los mismos conceptos: el de la objetividad, el de la receptividad del tema y el del hecho que existe independientemente de quien lo observa. En ambos casos también, se ha descubierto que creer en un desarrollo puramente autónomo del saber carece de fundamento: tanto la historia como la ciencia están determinadas por sus contextos económicos, sociales, políticos y psicológicos. Este paralelismo va todavía más allá. Efectivamente, ¿acaso no resulta curioso que la historia de las ciencias deje de ser una disciplina marginal, puramente bibliográfica y erudita, precisamente en los años en los que se produce un transformación análoga de la historia de la historiografía? Tal vez todas estas coincidencias sean fortuitas. Tal vez aparezcan únicamente durante algunas décadas de finales del siglo XIX y de principios del XX. Pero de no ser así, si la evolución de la historia y de la ciencia resultaran ser estrictamente paralelas, no sólo en la corta duración sino también en la larga duración del tiempo, ¿acaso no podríamos legítimamente concluir que los vínculos entre la ciencia y la historia son muchos más profundos de lo que se suele creer? ¿O, yendo todavía más lejos, que la ciencia y la historia no son sino dos manifestaciones parciales del fenómeno más general que es el conocimiento? ¿y que es en una historia del conocimiento donde deberían integrarse la historia de las ciencias y la de la historia, una vez hubieran superado sus enfoques tradicionalmente unilaterales?
Sobre la historia, de Krzysztof Pomian
Cuestionario
  1. ¿ Cuál es la diferencia entre el relato histórico y el de la fábula?
  2. ¿Por qué los historiadores del siglo XIX se consideraban objetivos?
  3. ¿Con qué argumentos refutaron los filósofos, sociólogos e historiadores, la objetividad de los “heraldos” de la antigua escuela?
  4. ¿ Por qué se dice que toda historia es una historia contemporánea?
  5. ¿En qué consistía la identificación de la ciencia como un conocimiento puro?
  6. ¿Cuáles son los conceptos con los que se ha cuestionado a los historiadores?

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Edmodo

 En la siguiente liga van a encontrar las indicaciones y la información necesaria para que todos trabajemos en la plataforma Edmodo

https://support.edmodo.com/hc/es/articles/205007734-Gu%C3%ADa-de-Edmodo-para-Estudiantes


Solo lean y entiendan la información, denle click a cada inciso que aparece y aprendan cómo usar la plataforma; pero aún no abran su cuenta porque yo les tengo que dar una clave de acceso y eso será hasta la próxima semana.

El viernes no tendremos videoclase, yo les dejaré en este blog una actividad a realizar.

No salgan de casa, manténganse vivos, seguimos conectados.

Historiografía


Busca en Google el siguiente documento:
http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/revistas/boletin/pdf/boletin087.pdf

de Evelia Trejo, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México.
Realiza una lectura atenta (páginas 2 a la 11) y elabora, en tu cuaderno, un resumen con las ideas más importantes para explicar la historiografía.
Debes redactar mínimo tres cuartillas.
¿Sabes qué es una cuartilla? ¿no?, entonces investiga.

Mándame esta actividad a mi correo el viernes 25 de septiembre. Puedes tomar fotos de tu cuaderno y enviármelas como imágenes o un archivo electrónico. Si tomas fotos, cuida que sean claras, que estén en posición horizontal y que la pluma sea obscura para que yo las pueda leer.

  

domingo, 6 de octubre de 2019

La distribución del ingreso en México


La distribución del ingreso en México Este País | Miguel del Castillo Negrete Rovira | 01.04.2012

Lee el artículo en: http://archivo.estepais.com/site/2012/la-distribucion-del-ingreso-en-mexico/

ACTIVIDAD:
  • Identifica y anota los argumentos que explican por qué México es un país con mucha riqueza y con mucha pobreza.
  • Anota la diferencia en ingresos entre las familias que más tienen y las que menos tienen. Utiliza la información del INEGI que divide el ingreso por deciles.
  • Escribe cuál es el máximo ingreso que percibe un funcionario público y cuál el que percibe un funcionario de una empresa privada.
  • De acuerdo a la lectura, explica cómo se ha comportado el poder adquisitivo de los mexicanos y por qué se ha visto afectado.
    • Lleva esta actividad a la siguiente clase